La vida intrauterina

El Sistema Auditivo (considerado con sus dos integradores, el coclear y el vestibular) será una de las puertas de entrada y uno de los dispositivos de salida de la participación del oído en la vida psico-afectiva del feto, que ya desde un primer momento, sabiamente, nos muestra que, como esencia encarnada que es, su camino se inicia en el claustro materno.

Luego, si los pasos han seguido un correcto orden, llegará a expresar su trascendencia en todas las direcciones y en todas las conciencias.

El universo uterino, es un universo vibrante, sónico y sonoro, en el cual, el feto primero, a través de la escucha celular y después, a través del oído, irá imprimiendo mensajes neuro-psico-emocionales y desarrollando recorridos neuronales, que le permitirán un buen desarrollo, tanto en la base de su estructura psico-emocional, como en la de su motricidad, comunicación y lenguaje.

La madre, no le proporciona sólo el alimento, sino que a la vez, le nutre de miles de estimulaciones.

Se conoce que, aproximadamente a los cinco meses de gestación, el sentido auditivo inicia su función. El feto oye la voz de su madre que, transmitida por vibración laríngea a través de la columna vertebral, atraviesa el saco amniótico llegándole después de sufrir un proceso físico de filtración. 

Esta voz impregnada de amor y de aceptación, servirá a la vez de estímulo sónico para la célula auditiva (célula de Corti) con toda la extensión de sus funciones neuro-fisiológicas y a la vez, de estímulo psico-emocional, proporcionándole al feto la sensación de “espacio seguro”. Así podríamos decir que el feto organiza una fantástica dimensión de su “pequeño mundo”, pobre en espacio, pero rico en fuentes de percepción. También, a la vez, va hallando e integrando conocimiento de la percepción de su cuerpo y de sus límites, preparándose para luego poder percibir informaciones de espacios con dimensiones distintas. Estos son los primeros pasos propioceptivos, que irán integrándose gracias al desarrollo paralelo y progresivo que se opera a nivel neuro-fisiológico. 

A partir de los núcleos motores cerebrales, se irán desarrollando las “centrales de mando”, iniciándose los primeros y básicos códigos motores necesarios posteriormente para la estructura base de la motricidad. Esta experiencia corporal, que se inicia interaccionando con el medio que le rodea, prepara el camino para una correcta percepción cognitiva. Todo ello, debe ir acompañado de un sentimiento de confianza que le llega a través de la aceptación y la comunicación con la madre. Así, a medida que avanza la gestación, el feto va apropiándose de su universo en toda su dimensión. 

El Dr. Alfred Tomatis, dice que el feto es capaz de “planificar” la estructura necesaria para su equilibrio, tanto motor, como emocional, organizando los sistemas y construyendo una memoria.

Si el deseo, la aceptación y el amor han estado presentes en la vida fetal, luego el niño buscará la vida y la comunicación, porque tendrá este patrimonio fantástico y esencial para aprender y madurar con todos sus sentidos. Este trabajo previo al nacimiento, habrá impregnado toda su vida.

El bebé aplica lo ya aprendido antes de nacer y lo utilizará  para orientarse y apropiarse del nuevo universo y comunicarse con él.

En mi opinión, el desarrollo del niño no va a depender sólo de los estímulos que reciba del exterior, sino que habrá que tener en cuenta lo que ha vivido en su vida fetal. El oído, pues, va a percibir la globalidad y esta información será procesada por el Sistema Nervioso Central y, con ello, se inducirá una u otra respuesta, pero siempre directamente en función y modificada por el estado psico-emocional que lo va a inundar todo. Si falla la correcta percepción, la respuesta y la posterior maduración no será la que debe seguir, alterándose el desarrollo personal, seguramente, en toda su globalidad. Así que el periodo que el feto comparte con su madre es de vital importancia, siendo la primera puerta a franquear antes de que conozca lo que la vida le tiene preparado.

Hay que dirigir la atención a este campo olvidado. Afirmar que el feto oye y que, además, escucha, fueron hipótesis que en la actualidad reciben ya trato de evidencia científica, por ello, hay que darle la importancia que merece.

El amor, la escucha, en todas sus dimensiones, la participación en el fluir de la vida, deberían ser condiciones indispensables para que las dos células germinales se reconocieran entre sí y en este dúo de “diálogo amoroso”, recibieran serenamente la proyección de la conciencia cósmica para la formación de un ser humano, futura antena atenta a su Creador.


Dra. Cori López Xammar