Los buenos padres no le dan al hijo todo lo que necesita, le enseñan que él es capaz de conseguir lo que quiere.
Los buenos padres no buscan hacer feliz a su hijo, le enseñan que la felicidad depende de cada uno.
Los buenos padres no dan oportunidades a su hijo, le enseñan a buscarlas, a crearlas y a aprovecharlas.
Los buenos padres no dan a sus hijos lo mejor para que sea feliz, le enseñan a disfrutar y a encontrar lo mejor aún en lo más sencillo.
Los buenos padres no enseñan a su hijo a superar siempre a los demás, le enseñan a superarse a sí mismo.
Los buenos padres no enseñan a su hijo a decir todo lo que piensa. Le enseñan que lo que pensamos no es la verdad absoluta y que debemos ser cautelosos al expresar nuestras opiniones, teniendo en cuenta los sentimientos de los demás.
Los buenos padres no resuelven los problemas a su hijo, le enseñan a asumir responsabilidades y a aprender de los errores.
Los buenos padres no enseñan a sus hijos a evitar los fracasos, le muestran que el fracaso es parte del camino hacia el éxito.
Los buenos padres no convencen a su hijo de su importancia en la sociedad, le enseñan que sirviendo se volverá importante para ella.
Los buenos padres no enseñan a su hijo a ser crítico y resentido ante las injusticias, le enseñan a contribuir en paz y a construir la justicia.